Paul Gauguin, ¿De dónde venimos? ¿Qué somos? ¿Adónde vamos?, 1897
Iván Rodrigo García Palacios
Carta eleusina No. 10
"El cuerpo no aprende lo que se le pretende enseñar con palabras, sino lo que él mismo ha experimentado".(Alice Miller, Salvar tu vida. La superación del maltrato en la infancia, Tusquets, Barcelona, 2009, p. 59).
Apreciado Lucilio, "te saludo"
Antes que las palabras para nombrarlo, fue el cuerpo.
El cerebro hace al Homo-Humano y hace a la mente, la mente hace al pensamiento y el pensamiento se expresa por los lenguajes.
La vida instintiva se expresa en y con el cuerpo, es lo que se siente; esos son los sentimientos.
Antes que el pensamiento fue el sentimiento. La disociación de sentimiento y pensamiento provoca el caos, la enfermedad y "la muerte", si eso que llamamos "la muerte" es dejar de sentir.
Si alguna vez te has preguntado cuál es mi problema con las palabras, por ahí está la respuesta. La verdadera comunicación es la empatía (simpatía y antipatía), está en los sentimientos, sentirse vivo: el cuerpo nunca miente.
La muerte es una palabra, como lo es nacer, nunca es ni será un sentimiento. Estar vivo es sentir la vida. La muerte es una mentira, porque mientras estoy vivo,la muerte no existe (Epicuro), en la muerte no se siente. Por eso, las palabras siempre mienten.
El más dañino de todos los auto engaños que se han inventado los Homo-Humanos no es otro que eso que llaman la pulsión de muerte, como si la vida estuviera animada por la no-vida.
¡Qué martirio! ¡Qué auto tortura tan imbécil! ¡Qué estupidez para justificar las arbitrariedades del poder!
No sólo Freud y sus imposturas. La pulsión de muerte es algo que se inventaron los Homo-Humanos para someter, dominar, explotar y asesinar al cuerpo y al otro.
Esa es la raíz del poder:
Ser amo y señor de la vida y de la muerte, no sólo en "el más acá", sino y también, en "el más allá".
Pero lo más macabro y aterrador de la pulsión de muerte no es la idea en sí misma, sino el mecanismo cultural que la reproduce: darle muerte a los sentimientos del niño. El niño golpeado y humillado deja de sentir para alienarse del dolor.
Esa es la máquina infernal mediante la cual se somete, se domina, se explota y se asesina al cuerpo en beneficio de la civilización.
¿Cuál civilización?
La civilización es la obra mediante la cual el Homo-Humano anhela desahogar y expresar la ira, el odio y el dolor, pero, más trágico aun: anhela merecer ser amado. Es eso lo que nos hace bestias, ángeles y demonios.
"Nadie puede echar una mirada alegre sobre la existencia mientras esté convencido de que la muerte es algo real, aun desde el puntos de vista metafísico, o si se considera el mal como objeto en sí mismo. La experiencia contemporánea contrapone el principio de la vida al principio de la muerte. Sin embargo, para la sabiduría antigua, la muerte es una sombra alargada y vacilante que proyecta la vida, expresión de esa finitud que es el núcleo central de la realidad inmediata. Eso significa la alusión de Heráclito al hecho de que Dionisios y Hades son la misma divinidad {14[A 60]}. Freud contra Heráclito: ¿quién es el más sabio?" (Giorgio Colli, La sabiduría griega, III, Trotta, Madrid, 2010, p.196).
Esa es la verdadera pulsión de muerte.
¿Vale la pena?
Las palabras jamás tendrán el poder de resucitar a los sentimientos, a la vida muerta en vida, a menos que sean palabras de denuncia, juicio, condena, castigo y arrepentimiento para con los asesinos.
Con esas palabras se reivindica la ira, el odio y el dolor y, algún día, se expresará el amor.
En fin... un asunto para seguir leyendo y escribiendo.
(Escribí para mí, para ti, para quien sea),
"Que sigas bien"
Iván Rodrigo García Palacios.
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